28 diciembre 2006

EL ÁRBOL DEL TULE

Muchas cosas han pasado en mi adorada ciudad de Oaxaca... Hacía mucho tiempo que no entraba ni escribía nada en éste, mi espacio. Pero ahora lo hago con indignación, y escribiendo como muestra de protesta por todas las salvajadas y arbitrariedades que están aconteciendo en Oaxaca. Ya antes había escrito, un artículo sobre la vieja Oaxaca que yo recordaba, la vieja ciudad plagada de historia, impregnada de olores, sabores y texturas antiguas pero actuales tambien, lo hice en mi otro espacio. Pero ahora lo hago aquí, escribo mi sentir, mi pensar, mi pesar. Porque me da realmente mucha tristeza ver como la ciudad que tanto admiro, que tanto amo, se desmorona ante la mirada impotente de los que la queremos.
Hace algunos días, si no es que semanas, escuché estupefacta el comentario de una persona, que decía que habían quemado el árbol del Tule. Grande fué mi sorpresa, pero tambien mi coraje, no lo podía creer. Días después me enteré que no fué el árbol del Tule el que quemaron, sino su hijo.
Pocas personas son las que saben que a un costado del atrio del Templo de Santa Maria de la Asunción, del lado contrario al que se encuentra el legendario Árbol del Tule, se encuentra (encontraba más bien) el hijo del Árbol del Tule. Y aún cuando no era un árbol que tuviera ni cercanamente la edad, ni el volumen, y mucho menos la fama de su añejo padre, era un árbol que tenía poco menos de 2000 años. Increíble ¿no?, pero cierto.
Yo escribí hace algunos años el artículo que a continuación podrán leer. Es un artículo que escribí pensando en la majestad y porte de éste árbol, que es un gran legado no solo para los oaxaqueños, ni para los mexicanos (que ya es decir mucho) sino para toda la humanidad.
En memoria del ya desaparecido "retoño".


Oaxaca de Juárez, Oaxaca. A 25 de septiembre de 2003.

A LA SOMBRA DEL TULE

Viniendo en la carretera, ya casi llegando a Santa María El Tule, puedo observar a lo lejos un gran arco, seguido de una calle empedrada; llevando mi mirada todavía un poco mas lejos, puedo observar la antigua y venerable reliquia que con tanto celo guardan los oaxaqueños.

Erguido en medio del atrio de la iglesia en un pueblito nacido a orillas de una carretera, se encuentra un árbol, tan anciano y longevo como la memoria misma de los más añejos recuerdos. Pero ni la marcha de siglos y siglos, en los que ha observado imperturbable el paso del tiempo, han amedrentado tan increíble existencia, ni han borrado de la mente de los oaxaqueños el orgullo que sienten por él.

Bajándome del automóvil, comienzo a caminar por la calle empedrada, topándome con pequeñas fondas y restaurantes... sigo caminando, y con cada paso va emergiendo ante mi la imagen majestuosa del Árbol del Tule. Es una tarde calurosa, pero un viento travieso y fresco golpea mi rostro; vendedores ambulantes y un pequeño mercadito surgen de pronto a un lado, con todos sus sonidos y olores, pero yo sigo caminando hacia el árbol, como atraída por una magia misteriosa.

Entro en el pequeño atrio de la iglesia y un grupo de niños ansiosos comienzan a rodearme. Todos me hablan al mismo tiempo y me toman por el brazo para enseñarme el árbol; pero yo lo que quiero es sentarme debajo de su sombra, y observar. No fue difícil hallar un lugar, pues la espesura del árbol cobija a todo el que quiera encontrar un lugar fresco y fuera de los rayos inclementes del sol.

Me senté complacida en una esquina del atrio, observando cada uno de los recovecos de su grueso y robusto tronco. La textura rugosa de su corteza podía sentirla en mis dedos aún sin tocarla, su delicioso aroma a tiempo y sabiduría penetraba y envolvía cada parte de mi cuerpo; una sensación de paz y de alegría me envolvían. El cadencioso sonido que emergía del centro mismo del árbol se mezclaba armoniosamente con cada una de las notas que existían a su alrededor: la risa de los niños rodeando a un nuevo visitante, el grito certero de los vendedores, el ladrar de unos perros en la lejanía, y el sonido del viento cruzando por las ramas de todos y cada uno de los árboles que custodian al más anciano de los suyos.

En el pequeño pueblo de Santa María se puede sentir la calurosa bienvenida que los lugareños le dan a propios y extraños que vienen para admirar una de las obras mas añejas de la naturaleza; y pueden estar seguros que al estar frente a frente a tan extraordinaria creación, van a sentir la magia y el misticismo que emanan de tan admirable coloso.

3 comentarios:

Pepe dijo...

puta ... que intenso post hiciste ... me gusto mucho ,en verdad es una desgracia que .. .bueno no se le den a las cosas que lo tiene el valor que merecen .. y bueno tenias como 2 mese sin pasar por aqui...bienvenida, pasatela bonito, ciao!

Anónimo dijo...

Feather Moonwand, que bonito relato acerca de tu encuentro con un coloso de la naturaleza, que padre describes esa magia que emana ese hermoso árbol. Por otro lado, si, en efecto, da mucha tristeza todas las estupideces que hace el hombre y no nadamas ahi en Oaxaca sino en todo México y todo el mundo, en contra de la naturaleza, pero ni modo, tratemos de seguir cuidando lo poco que aun nos queda de nuestra naturaleza y dejarles algo a las futuras generaciones. Te mando un cordial saludo y sigue posteando tus textos, son muy buenos y estare entrando a tu blog para ver que hay de nuevo, sabes que soy tu fan y te admiro muchisimo, me encanta como escribes, Bye.

Manuel Torres dijo...

yo no conozco ese arbolito que pena.. pero seguro tendras fotos!!!